¿Por qué se está negociando el TTIP? ¿Cuál es el valor que tiene para que haya tanto interés en las negociaciones?

No podemos hablar de su valor comercial cuando la tasa media de los aranceles está por debajo del 4% ni tampoco hay especiales dificultades a ambos lados del Atlántico para el establecimiento de filiales. No hay tampoco un interés particular de las PYMES, cuando el mercado transatlántico para este sector comercial no llega al 1% de su volumen de negocio, que no se espera que se incremente transcendentalmente. La creación en España de 350.000 empleos en cinco años, esto es, 70.000 anuales (y los correspondientes en la Unión Europea) no resultan suficiente justificación, como tampoco lo es el pretendido crecimiento del 0,2% anual del PIB. Cifras ellas que hay que poner, además, e cuarentena a la vista de los efectos que han tenido acuerdos parecidos como el NAFTA.

Por eso, el valor real está en otro lugar, en el efecto político que desplegará.

En efecto, las negociaciones del TTIP ha de insertarse en la dinámica de la globalización de diversos modos. Si lo planteamos en clave política, podremos observar claramente -y explicaré con posterioridad- que forma parte, esencialmente, de un intento de aislar a China y a las restantes potencias emergentes del núcleo más relevante de los intercambios comerciales.La razón es clara, en las palabras del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos cuando prevé que «como consecuencia del declive de Occidente y del ascenso de Asia, de aquí a 2030 los Estados en vías de desarrollo habrán sobrepasado a los Estados desarrollados»

Una solución de aislamiento para su debilitamiento que, tras la entrada de China en la OMC, resultaba complicado de lograr. Una dimensión en la que creo que el principal beneficiado no es la Unión Europea sino los EE.UU., que paralelamente ha suscrito el TPP con Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.

En efecto, las negociaciones para el TTIP, unidas a las que se han venido realizando para suscribir otros acuerdos similares, forman parte del interés estadounidense en aislar a competidores no sólo desde un punto de vista económico sino también político. Es el caso de la reordenación de fuerzas en el Pacífico, en dejar fuera de los bloques relevantes a Rusia y a China y en quitar peso relativo a la India y a la eventual reordenación africana.

Por un lado, China, a pesar de su voluntad de entrar en el TPP, ha quedado fuera por el nulo interés estadounidense en que ocurra. Una exclusión con la que EEUU ha podido negociar desde una posición de fuerza -con socios de muy poco poder- la ordenación de las relaciones económicas con en la cuenca del Pacífico. De hecho, bien podría decirse que las negociaciones del TPP tenían el objetivo de debilitar el incipiente bloque económico que estaba configurando China con Australia, Birmania, Brunei, Camboya, Corea, Filipinas, India, Indonesia, Japón, Laos, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur, Tailandia y Vietnam.

La ausencia de Corea del Sur en el TPP no debe ser tenida en cuenta como una negación de esta tesis en la medida en que las tradicionales relaciones bilaterales entre ambos países ha hecho que se suscriba paralelamente un acuerdo similar (al igual que ha ocurrido, por cierto, con la Unión Europea, que a su vez ha firmado un acuerdo con Singapur y está en negociaciones con Mexico).

La voluntad estadounidense de aislar a China de este bloque comercial tiene razones económicas y de seguridad: por un lado, se pretende eliminar la competencia de productos y de empresas chinas, en un momento en el que están copando el mercado internacional con sus bajos precios. El mercado de servicios está en el punto de mira para eliminar una posible competencia en el mercado futuro que se está abriendo con la negociación del TISA. Y no podemos obviar, además, el dato de que China está adquiriendo muchos territorios en Africa y América. Desde la perspectiva de la seguridad, el hecho de que el mayor acreedor de la deuda externa estadounidense sea China, les ha hecho pensar en la conveniencia de incluir medidas de seguridad complementarias.

A ello se une el hecho nada desdeñable de que, siendo los EE.UU. el país vertebrador de los dos grandes acuerdos (TPP y TTIP) le permitirá obtener una posición preeminente la ordenación del comercio internacional y de la ordenación de las actividades económicas. En este sentido, no podemos obviar la situación de preeminencia de los EEUU en la negociación del TPP que les ha permitido configurar casi un contrato de adhesión frente a terceros países.Aquí puede estar la razón del interés de la Administración Obama en firmar y ratificar el acuerdo durante su Presidencia, que termina en enero de 2017. No obstante, aunque últimamente no aparezca hablando con tanta rotundidad a favor del TTIP, Hillary Clinton lo cataloga como «un objetivo estratégico importante de nuestra alianza transatlántica», proyectando una «OTAN económica»

Pero, además, no podemos obviar un factor que es relevante: la capacidad que va a tener para armonizar las reglas políticas y económicas dentro de los esquemas políticos actuales. Dicho de otro modo, la conjunción de TTIP y TPP, permitirá conformar unas reglas jurídicas del comercio y la política internacionales desde fuera de la OMC. Para ello, han de analizarse los efectos coordinados de la cooperación regulatoria y de los mecanismos de resolución de controversias sobre las inversiones. Es esa OTAN económica a la que se han referido algunos.