No te signifiques. El fascismo silencioso

 

En 1997 tuve una charla en casa, sobre política. Mi tía me dijo, con la cara desencajada, algo parecido ¡que necesidad tienes de significarte!. Ella, nacida en 1926, reflejaba lo que había sido la experiencia vital de mucha gente en el franquismo, en donde había miedo a hablar de política. La forma de estar tranquilos y de progresar profesionalmente era no hablar de política. 

El comentario de mi tía me vino a la cabeza después de que en los últimos meses haya visto como conocidos me recomiendan que no me signifique, o que, por lo menos, adopte un perfil bajo hablando de política. Y especialmente, que no se me ocurra hablar bien del Gobierno de coalición, de sus integrantes y de sus políticas, que eso me significa mucho. Mientras esto me dicen, sueltan cual ametralladoras, comentarios subidos de tono y en actitud agresiva, que son ofensivos sobre lo que representa el Gobierno de coalición, el papel de Catalunya y EH Bildu o la Ley de amnistía. Para ellos, eso no es «hablar de política» sino «defender a España» y, por consiguiente, no se admite opinión en contra.

Se podría añadir que esa sucesión de comentarios poco cariñosos hacia el Gobierno lo hicen con la técnica del Gish Gallop, o ametralladora de falacias. El Gish Gallop es una técnica estudiada de soltar indiscriminadamente datos falsos e ideas confulsas o incomprobables que atentan contra la verdad y que dejan al adversario sin capacidad de respuesta por la imposibilidad material de rebatirlos. Técnica que es complementada con juicios disfrazados de análisis que usan las palabras más gruesas del diccionario para referirse a cualquier problema.

 

No significarse es no poder criticar a las instituciones que predican la fe y la ideología que aparentan ser dominantes en el país.

No significarse es permitir que los ofendiditos marquen el debate público; mientras están haciendo un discurso ofensivo para la mayoría que padece en silencio el fascismo silencioso.

No significarse es no hablar de una política diferente a la que están propugnando muchos, con el coro de medios de comunicación (que no de información) y con supuestos intelectuales proporcionando un aparente soporte teórico que no resiste cualquier análisis. Su desapego de la realidad de la España de 2025, su profesión del pensamiento único y la falta de pensamiento crítico, los transforman en algo parecido a los eruditos a la violeta de Cadalso. Y cuando hablan de ética me recuerdan a menudo el refrán de consejos vendo y para mí no tengo. De hecho, son capaces de olvidar sus principios a un lado, si con ello consiguen un beneficio personal o profesional. Y de esto hay muchos ejemplos.

No significarse es, en definitiva, no hablar de política y abrir una autopista para que más temprano que tarde una mayoría de gente de bien elimine todo vestigio de los  logros sociales y económicos de los periodos gobernados por la izquierda. 

No significarse es, de este modo, dar la apariencia de que el pensamiento conservador se ha transformado en el estándar actual y que, por consiguiente, no hay opciones para pensamientos alternativos. Es profundamente antidemocrático porque ello supone negar la pluralidad de la sociedad y la negativa a reconocer que hay otros mundos posibles.

 

Lo anterior no significa que no se pueda criticar a la izquierda. Porque el silencio es el peor enemigo de la regeneración y el progreso.

 

El momento es especialmente complejo porque el sentido de la sumisión, tan propio de sociedades feudales, se está desarrollando a gran velocidad. Y hoy el gran señor feudal se llama Donald Trump y es el Presidente de los Estados Unidos. El fascismo estadounidense, el trumpismo, goza de buena salud y está, a los ojos de muchos, blanqueado. Luciano Canfora, en uno de sus libros no traducidos al castellano (“La scopa di don Abbondio: Il moto violento della storia”) decía al respecto lo siguiente: “el riesgo de que un “buen” fascismo –en cuanto estadounidense– sea deglutido y metabolizado también por la feliz Europa, impotente y subalterna como potencia en el tablero mundial”. El vasallaje que se ha visto en las cumbres de la OTAN y del G7 de esta semana ejemplifican perfectamente esta idea.

Vasallaje que afecta a qué Estados y causas apoyes. No importa lo ocurrido desde 1947, Israel tiene derecho a masacrar y exterminar a la población palestina. Vasallaje que considera lógico que desde Estados Unidos se nos sancione por tener una política diferente. O que considera que un viaje a China es malo, por poder ofender al señor americano.

 

A todo este fascismo hay que decir NO, hay que usar nuestra voz para romper el círculo del fascismo silencioso. Hay que romper los tabúes que se ponen en los temas de conversación. Hay que recordar a diario que otro mundo es posible. Hay que romper, como en este anuncio de Riddley Scott de 1984, la pantalla del fascismo silencioso y del pensamiento único.