Europa se queda fuera de las conversaciones sobre Ucrania. Igual que la propia Ucrania que, en un remake de la conferencia de Yalta de 1945, verá lo que ocurre con su territorio. La diferencia es que en aquella ocasión los británicos sí estuvieron presentes, asistiendo al flechazo entre Roosvelt y Stalin; que coincidían, además, en su desprecio a Churchil.

Las conversaciones de Arabia son una consecuencia de la falta de presencia activa de la Unión Europea en los últimos años, posiblemente desde la última gran ampliación. A los ojos de cualquier observador, el modelo de gestión de la Europa de los 27, similar al que había con 9, 10, 12, 15, la ha dejado como responsable de un mercado descabezado, con intereses contrapuestos y al que la salida del Reino Unido dio la puntilla.

De hecho, como gran manifestación de lo poco presente que está la Unión Europea, la reunión de Paris de ayer ni siquiera la convocó la Presidenta de la Comisión sino el Presidente de Francia, que ha visto en la cuestión ucraniana la vía para intentar remontar su hundimiento político. Pero en el momento actual no parece más que el lloro del niño que ve que en el recreo le han quitado el bocata sin darse cuenta.

Europa lleva años, decenios, sin ser un actor importante en las relaciones internacionales. La ampliación hacia el este generó tantos problemas que hoy resulta imposible que haya una voz relevante de Europa en el contexto internacional.

La importancia y el liderazgo no se reclaman, se ejercen. Y cuando uno quiere vivir de un pasado glorioso y deja de ejercerse, se pasa a una situación de irrelevancia. Y esto es lo que ha pasado. Sencillamente, ni más ni menos. No es cuestión de recordar a Thatcher, Kohl, Miterrand y González, para situarnos en un momento en donde Europa sí contaba. A diferencia de ese momento, hoy Europa es el gran parque temático de la cultura que hace que se pueda visitar el Prado, Pergamo, el Louvre. Para eso estamos quedando. Porque en derechos humanos también vamos como el tango, cuesta abajo en la rodada.

En la actualidad, hay un factor añadido que complica la situación: en la propia reunión de París, Trump tenía su caballo de Troya, Meloni; a la que el propio Trump parece que la quiere tener como su mas mejor aliada en el contexto actual.

El problema que tiene en la actualidad Europa es de diseño institucional, lento, de falta de fortaleza de las instituciones comunitarias, que siguen siendo una agregaduría de los países que la componen. La falta de un presupuesto suficiente y la limitada agenda comunitaria complican aún más el problema. Y, como los edificios que están en crisis, el temor a un nuevo zarandeo (manifestado en la salida de algún otro Estado), hace que sus pasos en el contexto internacional sean los suaves de alguien que llega tarde a casa y no quiere despertar a los demás residentes.

Pero, además de todo ello, ha habido una falta de previsión y de planificación por parte de la Presidencia de la Comisión en que esto iba a llegar. Cualquiera preveía que el aterrizaje de Trump iba a conducir a una situación de schock constante: en Palestina, en Europa, en Panamá, Groenlandia, Canadá… Trump ya iba advirtiendo.

¿Hay solución? Con Trump, Putin y Xi parece complicado que se pueda hacer algo sin cambiarlo todo. Posiblemente sea el momento de reconsiderar relaciones y formas de proceder y ver que hay vida más allá de las relaciones internacionales actuales y del inmovilismo europeo en innovación.