La escena en la que el Presidente de los Estados Unidos anunció la imposición de aranceles a casi todo el mundo (menos Rusia) es una manifestación de que Trump quiere pasar a un modelo distinto de globalización. Pero más allá de este dato, refleja que no entiende cómo son las relaciones de producción en un mundo globalizado como el actual, lo que tendrá consecuencias profundas incluso en los Estados Unidos. El mito del iPhone a 2200$ posiblemente sea lo que algunos están temiendo. Pero, ademas, refleja cuál es su relación con los poderes internos en los Estados Unidos, constituyendo un paso relevante en el olvido de los checos and balances que han presidido las relaciones de poder en los Estados Unidos. Pero, pese a la importancia de todo lo anterior, hay una palabra que lo define todo, confianza. 

 

Un nuevo modelo de globalización: globalización neocolonial

 

La globalización supone, como es conocido, la facilitación de las relaciones comerciales entre los países. Estas relaciones comerciales no son sólo de productos, como parece entender Trump, sino que afectan a servicios (donde el saldo de los Estados Unidos es claramente favorable, incluso con la Unión Europea) y, sobre todo, de relaciones de producción. Siguiéndo con el ejemplo del iPhone, está diseñado en California, ensamblado en China e India, con metales africanos, pantallas coreanas … y así la mayor parte de los productos. 

Decretar un arancel general provoca un efecto dominó que se multiplicará en toda la cadena de producción. El resultado final será el que el consumidor será el que lo pague (o no).

Trump no está en contra de la globalización. Quiere, por el contrario, que sea una globalización colonial en la que los réditos de la globalización recaigan en los Estados Unidos, como gran importador. El mito de la reindustrialización es complejo de llevar a la práctica teniendo en cuenta que la empresa se ubicará allá donde obtenga las mejores condiciones económicas (normalmente a través de una reducción de salarios). La recuperación de los ingresos fiscales (posiblemente para rebajar la presión fiscal de las rentas altas) puede venir no sobre las rentas propias sino sobre las ajenas, vía arancelaria. Obviamente, esto tendrá un impacto también en la recaudación interna de la tributación de consumo.

El modelo neocolonialista de la globalización pretende que el shock provocado por la amenaza de grandes daños (vía arancel o desactivando infraestructuras clave, como la amenaza a Dinamarca con el cloud) se traduzca en una especie de diezmo “voluntario” que pagarían los países, ya sea reduciendo los impuestos a los productos estadounidenses (como pretende con el IVA europeo), ya sea compensando de otra forma (incluso con la adquisición de armamento de aquel país, o reduciendo las exigencias del RGPD, como ha hecho de forma indirecta, recientemente, la Comisión con Apple).

 

 

La pérdida de confianza o los efectos del capitalismo del shock

 

En el camino, los Estados Unidos (no Trump, en el que nadie fuera de EE.UU. confiaba) han perdido la confianza del mundo (salvo de Rusia). El desprecio a Europa, a Ucrania, a Palestina, o los países receptores de las ayudas de USAID. la incapacidad de hablar con los aliados tradicionales de Estados Unidos tiene un efecto inmediato sobre la opinión global sobre este país. Porque a los países damnificados añade los damnificados por la salud y la ciencia. Y el impacto del tecnocapitalismo de Musk, Bezos y Zuckerberg. Y los países originarios de los inmigrantes que o van a ser deportados (incluso a terceros países) o internados en Guantanamo. 

La recuperación de las relaciones internacionales cuesta, cuesta mucho. La recuperación de la confianza de la población global costará mucho más, teniendo en cuenta el daño producido. Este shock está lejos de ser calculado por Trump, incluso de ser tenido en cuenta. Pero la realidad es tendrá un efecto txirimiri que se extenderá a lo largo de los próximos años. 

 

El impacto interno

 

Las relaciones institucionales dentro de los Estados Unidos se han configurado a través de los checks and balances. La imposición de los aranceles es el último episodio de que Trump se los ha cargado en los pocos meses que lleva en el cargo. Los aranceles no pueden ser impuestos por el Presidente, ya que es competencia exclusiva del Congreso. ¿La respuesta del Congreso? El silencio. Es el primer paso a que se haga realidad aquella frase de Trump de que dentro de cuatro años no habrá ni que votar. Es la ideología oligarquía que está detrás de los tecnocrátas que están apoyando a Trump.

 

Sólo queda en la actualidad el movimiento que se ha iniciado este pasado fin de semana. Es un primer paso.