Cuando se entra en la Universidad de Harvard hay cuatro sensaciones que llegan a la mente. Poder, fortaleza y diversidad. Y sobrevolando todas ellas, la idea de la ciencia. Y ello, aunque la primera vista sea de la tranquilidad del Harvard Yard, que aparece extraordinariamente cuidado con independencia de la puerta por la que se entre.


Harvard es la Universidad con más poder en los Estados Unidos. Un poder que no deriva de tener una “President’s house”, ni siquiera del culto extraño a la estatua de John Harvard (yo la llamo la estatua de las tres mentiras), ni siquiera de ser la Universidad con más premios Nobel. Es un poder que deriva de ser un vértice sobre el que se han estructurado los Estados Unidos, más allá de ser una Universidad privada.
Poder que le permite ser una Universidad privada en el que el talento es más importante que el dinero para poder acceder a ella. Sea quien sea el peticiónnario. Un poder que pasa por todas las instituciones del Estado que se han beneficiado de la ciencia que se hace en sus paredes y el sentido institucional que rezuma cada uno de sus edificios. Algo que se cuida al detalle, desde el momento en que te dan el carnet de Visiting Researcher.
La fortaleza se ve especialmente en dos edificios: la Law School con toda la historia constitucional estadounidense que está detrás y la Widener, la gran biblioteca del Campus erigida en honor de una de las víctimas del Titanic. Uno y otro edificios están a la última en desarrollo tecnológico, en fondos bibliográficos y en capacidad de generación de debate sobre cualquier aspecto del derecho y de la ciencia. No hay lugar para techos que sea caen ni para libros que no se pueden comprar, incluso cuando quien lo pide es un investigador visitante. La fortaleza se ve en que cuando hay que abordar un proyecto de reforma, disponen de resortes para hacerlos valer, tanto institucionales, como urbanísticos como económicos. Porque es algo que se cuida.
Diversidad. Diversidad en función de la Facultad en la que estés, que se manifiesta en el estudiante, miembros del staff o profesorado. Da igual de donde vengas, sólo se te pide conciencia de Universidad y talento para el desarrollo de tu trabajo. Es la élite de la ciencia en donde lo que se exige es talento. En Harvard se puede entrar siendo pobre de solemnidad pero talentoso y uno se puede quedar a la puertas siendo multimillonario pero carente de talento. Y precisamente por ello, les llueven los proyectos de investigación, por su capacidad para afrontarlos. Y, por ello, la diversidad es un elemento característico de la Universidad, que se manifesta en que es una Universidad viva, con debate. Y un debate con sentido.
Ciencia. Harvard tiene 161 premios Nobel, ya sean profesores, estudiantes o antiguos profesores. Es la Universidad que más tiene en el mundo. La realidad es que estos premios son la consecuencia de que en Harvard lo que prevalece es la ciencia y el talento. Ciencia y talento que van de la mano del debate sobre la sociedad.
Esta Universidad que forma parte de la estructura social básica del desarrollo de los Estados Unidos se ha enfrentado al Presidente de los Estados Unidos por su intromisión en la vida universitaria, tanto a la hora de elegir al estudiantado como en los contenidos que se explican. Antisemitismo, dice la Administración Trump, cuando la realidad es que uno de los mayores activos de la Universidad es su diversidad. Y sobre todo, como consecuencia de lo anterior, ha recurrido los recortes (2.200 millones de dólares) que le ha impuesto la Administración federal. Lo ha hecho, esencialmente, por defensa de la autonomía universitaria y por el mantenimiento de los valores y la misión de la Universidad. La carta que remitió el Rector Garber (judío, para más señas).
La autonomía de las instituciones se ha de interiorizar en el día a día, de tal manera que en el momento en que aparezca una crisis como la actual, se actúe con determinación en la defensa de la institución. Harvard lo tiene muy claro, incluso cuando el oponente es el principal financiador (y ha congelado, aproximadamente el 30% de su presupuesto, de unos 6400 millones de dólares). Todo ello, siendo consciente del impacto que tiene la congelación de fondos en el desarrollo de los proyectos
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El ejemplo de Harvard se debería poder extrapolar a muchos sitios, empezando por la propia Universidad madrileña, que debería haber adoptado otra actitud institucional en un momento de crisis como la actual. Porque aquí también tenemos Harvard, más antiguas, con menos premios Nobel pero que han vertebrado la sociedad española. Y que requieren defensa de su autonomía constitucionalmente reconocida.
Pero, volviendo a Harvard, incluso en el contexto político peor, es un ejemplo para la sociedad y las instituciones de los Estados Unidos que ven que la oposición a una Presidencia como la de Trump constituye una cuestión de supervivencia en una forma de hacer política y de respeto institucional. Cuando fallan estos elementos nos conduce directamente a una sociedad diferente, peor, empobrecida. En Harvard está la lucha de la defensa institucional, de la diversidad, de la libertad de pensamiento, de los límites en el ejercicio del poder y la defensa de la ciencia. Elementos todos ellos que son necesarios para una sociedad mejor.